lunes, 26 de octubre de 2015

El Sicario. Por Raúl Zorrilla Flores.

El Sicario. por Raúl Zorrilla F.

Debo pisar con mucho cuidado las inciertas arenas del miedo al porvenir. ¡ Carajo¡ ¿Cómo se le ocurre morir al hijo de puta? ¡Padre¡ Ahora cómo saber dónde percutir la bala que equilibre nuestros negocios y purifique nuestra honra?

No hay más vida.

¿Tendré la obligación moral de presentar mis servicios a su socio? ¿O tendré que ocultar mi humanidad oscura de su vista?

No hay más vida ya.

Toda la vida durmió en el mismo lecho con Doña Perla, jamás agaché la mirada en su presencia, consciente de mis servicios y su valía para la Casa, ahora me pregunto: ¿no seré yo la próxima víctima del destino?

No hay más vida ya.

Doña Perla ni siquiera notó la presencia de Magú, esa puta deliciosa. Trastornaba mis sentidos solo hasta el momento vil en que Don Asdruval se saciaba con ella e impregnaba su asqueroso olor en su cuerpo. Su cabello de tanta luz, moría al postrarse al servicio del Don y su piel suave se desertificaba impregnada de los aromas de sus actos tan viles.

No hay más vida ya.

¡Bah¡ La vida pinta los colores da la incertidumbre. Entre esta multitud hipócrita solo salvaría a Beatriz. Me ha evitado desde aquel día en que le hice cargar aquella cabeza decapitada de aquel hijo de puta que ya no recuerdo, si es que alguna vez lo recordé.

No hay más vida ya.

Ensució su mandil de sangre, ¡já¡ aquel ceñido vestido de sirvienta y las maculaciones mortales de mi víctima provocaron una excitación que selló mi atracción por ella.

No hay más vida ya.

La hubiera tomado justo delante de aquella cabeza pútrida, ¡Ay, Beatriz¡, no sabes cómo te recuerdo. Más recuerdo la calma que me brindaba la seguridad de aquellos días. ¡Recuerda la promesa que me hiciste¡ ¡Recuérdala por Dios¡.

¡No hay más vida ya¡

¿Moriré sin tener, sin poseer el objeto de mi deseo? No hay más vida ya.

Por mi mano murieron y con su vida pagaron para que todos en esta casa maldita hibernáramos en las fangos borrosos de la estabilidad moralina que nos permitiera conciliar el sueño.

No hay más vida ya.


Y a pesar de todo y de todos nadie aún tiene plena confianza en mí. ¡Bastardos¡, ¡después de tantas encomiendas que salvaron su estatus¡ No hay más vida ya.

¡Yo mismo mantuve incólume la seguridad y permanencia de este hogar y ahora sólo me queda decir…

¡No hay más vida ya¡.

FIN

miércoles, 7 de octubre de 2015

"El Jaguar Indeciso" por Raúl Zorrilla F. Había una vez un jaguar hambriento en medio de la selva, mal indicio ¡¡¡ caminaba buscando algo, alguien con qué alimentarse ya que tenía muchos días sin comer. De pronto el jaguar encontró en el suelo de la selva el cadaver de un viejo tapir recién muerto, sin embargo el jaguar quería cazar algo vivo, por lo que siguió buscando alimento hasta que en su acecho, en un claro de la selva descubrió un joven venado pastando cerca de él y el Jaguar decidió cazarlo. El venado escuchó el crujir de las ramas bajo las garras del jaguar por lo que de pronto saltó en dirección opuesta al ruido inesperado para huir de una muerte segura. Se inició una persecución en la selva que alborotó todo alrededor: las aves revolotearon de sus nidos y los demás animales brincaron de los arboles y sus lugares, asustados por la huida del pequeño venado. Monos, ardillas, zariguellas, tlacuaches, reptiles y salamandras, además de arañas, escarabajos, e infinidad de fauna de la selva huían despavoridos del jaguar junto con el pequeño venado que era el centro de atención del gran felino. El venado concentró su fuerza en llegar al río más cercano, seguido a toda velocidad por el jaguar que lo seguía muy muy de cerca. El jaguar acelerando el paso creyendo que el venado cruzaría el río, dio un salto para anticipar al venado, pero el venado frenó su carrera con gran agilidad provocando que el jaguar callera al río logrando así, escapar. Bravo venado ¡¡¡ El jaguar tuvo que volver por el tapir muerto para poder comer, pero cuando llegó por su alimento, el cuerpo del tapir ya no estaba ahí y lo único que había eran las huellas en el suelo de la selva de un enorme cocodrilo que seguramente no perdió el tiempo y devoró al gran tapir. El jaguar esa noche no comío una vez más, por su indecisión. jajaja. moraleja: "mas vale pájaro en mano que ciento volando".